Hoy me preguntaron qué esperaba de la vida. Pensé en responder tópicos tales como: justicia, igualdad, amor… Sin embargo, lo que dije fue bien distinto. Contesté que no esperaba nada, absolutamente nada, y eso me hizo sumirme en una tempestad de pensamientos. Me he percatado que ya nada me ilusiona pues tengo todo lo que muchos ansían tener: dinero, belleza y juventud. Estudio la carrera que me gusta y la que me dará un buen porvenir, conozco muchísimas personas que matarían por acostarse y levantarse conmigo. Personas que tratan de amarrarme en una relación que denominan: ‘noviazgo’. Sí, esa en la que eres de una única persona. Esa relación que tanto miedo me da. En un mundo donde todo aparece en bandeja de plata ¿qué me debe ilusionar? Sonará creído pero lo es. La prepotencia es mi pan de cada día y el ego mi sudor. Y entonces me comparo con otras personas… Otras personas quizás no tan atractivas, personas quizás no tan favorecidas económicamente y digo, ¿por qué el mundo es tan injusto? Irónicamente pienso: ¿por qué tanta desigualdad? Y entonces me doy cuenta que aún sigo siendo humano. Cuando descubres que los sentimientos no son más que falsas sinapsis de nuestro cerebro, ¿qué se debe esperar de esto que llamamos vida?
Quizás tener todo lo que siempre he querido me ha hecho convertirme en un caprichoso y en un inconformista. Quiero más, ansío tenerlo todo. Ese es el motivo por el que tal vez, ya nada me ilusione. Sin embargo, a día de hoy me sigue doliendo ver como pierdo cosas o personas que algún día consideré mías. Cosas que en su momento no apreciaba. Pues, aún sabiendo que puedo sustituirlas por otras, sigo siendo humano y en este caso no soy la excepción que confirma la regla de que ‘nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde’.
Es por eso por lo que me cuestiono qué debo hacer y creo que la respuesta es muy sencilla: valorar los momentos felices y tristes, aprender cosas nuevas cada día, nunca pensar que se está lo suficientemente alto y cuando sientas que estás tocando fondo: ¡alégrate! Siempre hay que ver el lado bueno de las cosas y en ese caso piensa que más bajo no se puede caer, lo único que se puede hacer es subir. La vida es como una montaña rusa, y, ¿qué emoción tendría ésta si no hubieran subidas repentinas y caídas imprevistas? Sonríe cuando estés feliz, y llora cuando lo creas necesario, pero nunca permitas que nadie viva tu vida. Tú decides en todo momento y en este momento yo decido, simple y llanamente, vivir.