Queridos lectores...

Queridos lectores...

... en este blog no os prometo fotografías alucinantes ni mucho menos historias entrañables. Sí es eso lo que esperáis encontrar, os recomiendo continuar con la búsqueda.

Sin embargo sí que plasmaré ideas reales, sentimientos vividos y quizás experiencias excitantes. Por que ésto que tenéis ante vosotros, no es un libro de J.K. Rowling, sino el blog de un adolescente. El blog de todavía un crío que no dudará en acudir a él para desahogarse de sus problemas y transmitir las sensaciones que invaden su pecho.

Así que sin más dilación, sólo me queda daros la bienvenida. "Bienvenidos seáis a las nevadas cumbres de mi memoria".

miércoles, 24 de agosto de 2011

Dulce esquizofrenia


A mi alrededor miles de personas dialogaban.
Personas de todas las edades, de todas las clases y, también, de todos los tiempos.
A mi vera Hitler descansaba mientras debatía con Mussolini las causas de la derrota. Al otro lado unos jóvenes de mi edad recitaban poemas en un dialecto, para mí, desconocido.
El mundo se había vuelto loco y yo estaba sumergido en medio del caos.
De pronto todo pareció detenerse. Las agujas del reloj marcaban las doce, así que en breve la damisela se convertiría en una burda niñera. "Un zapatito de cristal" esperaba oír, pero no fue así.
La locura me rondaba, los ojos me dolían. ¿Donde estaba?
Así la cabeza me dio tumbos y terminé por desfallecer sobre el áspero suelo.

Al abrir los ojos estaba bajo un árbol frondoso. Entre sus raíces yacía mi cuerpo. Un joven enmascarado secuestraba frente a mí a una joven.
¿A donde vas? ¡Espera!
El tiempo volvió a correr, y el tic-tac me mareaba.
El bandido desapareció entre la penumbra del bosque, y yo sin dudarlo le perseguí.
A medida que andaba el aire se volvía más frío. Todo se volvió oscuro.
El suelo se movía bajo mis pies, se oían susurros que pronto se convertirían en gritos.
Sobre mí la luna se teñía de rojo, se enfundaba en un apretado traje para salir al amanecer.
Eran las cinco de la tarde. Los minutos se habían vuelto horas, y las horas a su vez minutos.
Todo daba vueltas, nada tenía sentido, así que decidí apresurarme y correr.
Pasados unos metros, me encontraba en otro sitio. La cubierta de un barco. Un barco pirata que surcaba los mares.
A mi alrededor no había nadie, ¿se trataría de un barco fantasma?
La melodía de las sirenas llegaba hasta mis oídos, obligándome a saltar.
Debía resistirme pero mi cuerpo cedía. Mis pies andaban y pronto fui abrazado por las fauces de un mar agresivo.
Al abrir los ojos me di cuenta de que me hallaba en la misma habitación de entonces. Donde Hitler descansaba mientras debatía con Mussolini las causas de la derrota. El mismo lugar donde unos jóvenes de mi edad recitaban poemas en un dialecto, para mí, desconocido. Había vuelto allí, pero la única diferencia es que ahora estaba solo.
Lentamente las barrocas paredes fueron dando lugar a unos claros muros acolchados. La silla donde descansaba se convirtió en una blanca camilla. Y el resto de la habitación se fue esfumando hasta convertirse en un único elemento: el color blanco.
No era la primera vez que me pasaba, ni la segunda, ni la tercera. Sabía que no me quedaba mucho.
¿Locura? Tal vez. O como lo llaman los médicos: ¿Trastornos mentales? Quizás.
Pero yo mi esquizofrenia no la veo como una enfermedad, que en sus arrebatos me hace delirar, que me hace volverme agresivo sumido en ataques, que me hace ver lo que no hay. Para mi la "esquizofrenia" no es un problema, sino un manjar. Un manjar que siempre antes de acostarme, me permite... soñar.



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