Hace un par de días, en la facultad de medicina donde yo estudio, encontré la sala de disección. Esa sala donde todos los aspirantes a médico quieren entrar a investigar los secretos más ocultos del ser humano. Esa sala que apesta disimuladamente a formol.
Tras haberla buscado durante unos diez minutos con mi compañera y amiga Carolina, la encontramos. Estaba al fondo de un largo pasillo que conjuntaba las tonalidades de blanco: camillas, suelo, techo, paredes, puertas, ventanas... Típico largo pasillo de hospital pero con el parecido de un escenario de una de las películas de pesadilla en Elm Street. Sí, los pasillos largos, con luces parpadeantes aterroriza, y te hacen estremecer al imaginar al atractivo Freddie Krueger al final de los mismo. Tampoco ayuda saber que al final de esos interminables corredores hay muertos.
El motivo de esta entrada no es el contexto en sí, ni tampoco mi hospitalizada facultad, sino el letrero que descansa sobre la blanca puerta de la sala de disección.
Un cartel enmarcado en un cuadro de madera muestra unas palabras en un dialecto para mí desconocido. "Latín" pensé al verlo, pues es lo más a lo que se parece y lo más lógico. Bajo la descripción, en letra más pequeña se encuentran las palabras traducidas. Esas palabras que me estremecieron pero a la vez emocionaron: "Este es el lugar donde la muerte se alegra de socorrer a la vida".
Y tanto que se alegra pequeños lectores, pues es ahí, "jugando" con muertos, donde podremos aprender cómo ayudar a los vivos.
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